lunes, 25 de abril de 2016

Y esperan más muertos

Más de 100.000 kilómetros recorridos en mis motocicletas, no me hacen un veterano tal vez, pero me dan autoridad para hablar de un problema tan real como perdido entre el conformismo. Un problema que transita de boca en boca de todos los moteros, pero nadie, absolutamente nadie, ha hablado aún del inminente peligro que representa.

Caía la tarde en Medellín, una de esas tardes grises que ni sabe ni huele. Dirigíame yo desde mi trabajo a mi hogar por una de las vias más transitadas de la capital, en medio de la intranquilidad del aglomerado vehicular y la frustación por el tiempo que perderé esperando salir de aquella congestión. De repente un vehiculo de carga me adelanta sin aviso y sin respeto. De por sí, las volquetas son un problema de circulación vehicular al que nadie le ha puesto el lente encima, ha de ser por algún amaño político o por algún favor de unos con otros. A más de 95Km/h en medio del zigzag y la irreverencia, la volqueta dejaba caer un sinfin de pequeñas piedrecillas que, como apuntando, daban en mi casco, mis piernas, mis brazos y mi cara. La falta de hermetismo en la carga de materiales para la construcción permitía el escape de fracciones muy pequeñas del contenido de la misma, contenido que al caer rebotaba en el asfalto y se dirigía directo a mí y a mi moto.




Uno de esos muchachos, los que tienen la ciudad por pista y la gente por obstáculo, aparecío de la nada montando su Yamaha DT azul y pasando justo por el cinturón de diminutos asteroides que de la volqueta embalada salían sin control. No faltó mucho para el desastre. Uno de los proyectiles dolorosos que emitía el monstruo colorado golpeó, con médica precisión, el rostro del afanado piloto, quien por el desconcierto del golpe perdió el control de su vehículo y se fué de bruces al asfalto quedando allí en un reposo absoluto, que quizás, fué infinito. La volqueta y su piloto, inconscientes e ignorantes del accidente causado siguieron su camino. Sin culpa, sin jueces, sin rejas, sin dios.

¿Cuántos más han de caer? ¿Cuántos más han de perder la vida en un acto tan fácil de controlar? La solución es tan fácil que da rabia la actitud laxa de los gobiernos municipales. Habrá de caer un elemento cercano a las casas de control del estado territorial y así, tal vez, se regule la manera en que las empresas transportadoras ponen en riesgo la vida e integridad de cientos de conductores que se les topan a mitad de camino. Ojalá sea pronto. No más caídos.

En memoria de todos aquellos moteros, que perdieron su vida, o parte de ella, por los desechos que causa una volqueta en la vía.

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